La complejidad del juguete se cifra en la complejidad sintáctica del juego que posibilita. Por tanto, cabe esperar que juguetes estructuralmente muy complejos determinen hasta la univocidad el juego al que dan paso y sean así simples o, más bien, indignos de media hora de atención. Y si llega.
El juguete también posee una complejidad semántica, pero curiosamente ésta se corresponde con las artes de la fantasía mecánica antes que con la imaginación verdadera.
Esto contradice lo habitual, porque la semántica es externa al juguete, pero siempre de una atajada contigüidad o de un demasiado tajante isomorfismo. Una caja de cartón es un camión; pero la gramática (el modo de articular varias cajas, que es más interesante que el mero significado de “tren”), habitualmente relegada a la composición previsible, nos descubre la esencia del juego y del juguete.
Si nos ponemos conversos y metafísicos, pese a todo lo que estamos comiendo estos días y por toda la bellota, podemos hasta sospechar que juego es aquello en que la sintaxis es más compleja que la semántica; un asunto trivial ésta y, en ocasiones, tenebroso.
El juguete también posee una complejidad semántica, pero curiosamente ésta se corresponde con las artes de la fantasía mecánica antes que con la imaginación verdadera.
Esto contradice lo habitual, porque la semántica es externa al juguete, pero siempre de una atajada contigüidad o de un demasiado tajante isomorfismo. Una caja de cartón es un camión; pero la gramática (el modo de articular varias cajas, que es más interesante que el mero significado de “tren”), habitualmente relegada a la composición previsible, nos descubre la esencia del juego y del juguete.
Si nos ponemos conversos y metafísicos, pese a todo lo que estamos comiendo estos días y por toda la bellota, podemos hasta sospechar que juego es aquello en que la sintaxis es más compleja que la semántica; un asunto trivial ésta y, en ocasiones, tenebroso.
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