EL espectáculo de largas colas antes algunas administraciones de loterías es, sin duda, un contexto determinante -o debiera serlo- de la psicología de la estimación de riesgos y probabilidades.
Partimos de que, al no tan larga, es más probable que resulten más "agraciadas" las administraciones que más venden, y que es un hecho que las reiteraciones de la fortuna son divulgadas por todos los medios. Pensamos entonces que hay individuos que se contentan con la percepción simple de la "buena suerte" del establecimiento y no entran en consideraciones tales como la citada.
Sin embargo, se da también el caso del individuo que compró en una ocasión un billete que físicamente debía de estar colgado no muy lejos de otro al que correspondió un premio significativo, pues a esa administración, como se dice tontamente, le sonrió la fortuna. El individuo transfiere esa proximidad de los billetes no ya a las de las bolas en el bombo, que es incalculable, sino a una cercanía en el mágico reino de los premios predeterminados.
De modo similar, pueden mencionarse argumentos que combinan contigüidades espaciales y temporales de diversas formas que luego son proyectadas a otra contigüidad o incluso indentidad en ese reino de golosina.
Conocidas son también las preferencias por analogía (y en el caso de los números, éstas son muchas veces proximidades o contigüidades entre ellos). Al final, los ejes de la superstición y la magia, que de Frazer y Jakobson aquí son los del lenguaje, se descubren como una poderosa manera de articular nuestra conducta y unas técnicas supuestamente efectivas.
La probabilidad, en cambio, clasifica los acontecimientos de una manera que, aunque simple en ocasiones, nos resulta dura de pelar por aquélla interferencia. O no nos divierte pelarla. (Esto es, que la reiteración de actos sea lo que nos constituya, que temamos que sin ella no quedaremos nosotros o que nosotros nos quedaremos sin nosotros.)
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