De compadritos muertos o comadres y comadrejas, la extrema derecha ha revivido con su exitoso equilibrio entre el reconocimiento y la renuncia: "no somos racistas, pero...; no gaseamos a los judíos, pero qué bien que hicimos..."
No sabría decir si hay una novedad en este avatar que está rebrotando entre nosotros como una espuma de hongos tóxicos arcaicos y -para algunos gustos- dulzones. Si la hay, quizá habría que buscarla en las dificultades que la extrema derecha contemporánea encuentra en España -y la manera un tanto ingenua como las vence- para solidificar un discurso sólido de exclusión.
Y ese discurso, por lo que hace a nuestro país, contradice lo que algunos supondrían contenidos y adornos de la ideología de marras: por ejemplo, no son infrecuentes las palabras y los hechos contra los inmigrantes de origen hispanoamericano. A ello contribuye, sin duda, que los modelos históricos que proporciona el siglo XX no tenían nada que ver, salvo en los conocidos casos marginales de nuestra península, con las ideologías vinculadas a la Hispanidad, que alguien podría erróneamente suponer vinculada de modo necesario con tales posiciones
Por otro lado, encontramos el habitual discurso partitivo: no nos mezclamos, ellos a su casa y nosotros a la nuestra, planteamiento tan caro a ese orate jubilado que se llama Arzallus. Como se sabe, la partición perfecta acaba siendo la de ellos muertos y nosotros vivos.
Llegados a este punto, optamos por las metáforas ciclistas: lo que no deben hacer los otros partidos políticos, los de derechas aunque no sólo, con los de extrema derecha es esa figura de geometría variable que se llama la goma, y que es lo que siempre han hecho, en la demostradamente insensata creencia de que siempre podrán dominar a los cimarrones.
No sabría decir si hay una novedad en este avatar que está rebrotando entre nosotros como una espuma de hongos tóxicos arcaicos y -para algunos gustos- dulzones. Si la hay, quizá habría que buscarla en las dificultades que la extrema derecha contemporánea encuentra en España -y la manera un tanto ingenua como las vence- para solidificar un discurso sólido de exclusión.
Y ese discurso, por lo que hace a nuestro país, contradice lo que algunos supondrían contenidos y adornos de la ideología de marras: por ejemplo, no son infrecuentes las palabras y los hechos contra los inmigrantes de origen hispanoamericano. A ello contribuye, sin duda, que los modelos históricos que proporciona el siglo XX no tenían nada que ver, salvo en los conocidos casos marginales de nuestra península, con las ideologías vinculadas a la Hispanidad, que alguien podría erróneamente suponer vinculada de modo necesario con tales posiciones
Por otro lado, encontramos el habitual discurso partitivo: no nos mezclamos, ellos a su casa y nosotros a la nuestra, planteamiento tan caro a ese orate jubilado que se llama Arzallus. Como se sabe, la partición perfecta acaba siendo la de ellos muertos y nosotros vivos.
Llegados a este punto, optamos por las metáforas ciclistas: lo que no deben hacer los otros partidos políticos, los de derechas aunque no sólo, con los de extrema derecha es esa figura de geometría variable que se llama la goma, y que es lo que siempre han hecho, en la demostradamente insensata creencia de que siempre podrán dominar a los cimarrones.
1 comentario:
A la extrema derecha le faltan bases filosóficas y tiene que traer a un señor del Ku Klux Klan a dar conferencias en inglés a un país antirracista, universalista y antimahometano desde la noche de los tiempos. El problema: el mismo discurso de la exclusión madura en el gigantesco magma silencioso de nuestros nuevos racistas ilustrados y antirracistas iletrados.
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