Me propongo visitar a Santiago y a su caballo en su contrapicadero oval. A todos los visitantes les cuento el mismo cuento salpicado de wolframio. La atención de todos los curiosos sé desviarla con eficacia irreconocida de puro eficaz.
El caballo del general, a ése lo tenemos más visto y no estoy para reescribir un Baedeker monotemático de mañanas invernales aunque benignas. Prefiero descubrir yo mismo lo que no imaginaba a la vuelta de una sucia esquina e improvisar ante el amable turista alguna mentira y pues toda mentira corre el albur de ser una verdad, confiar en que permanezca, más perenne que el bronce o el celofán.
El caballo del general, a ése lo tenemos más visto y no estoy para reescribir un Baedeker monotemático de mañanas invernales aunque benignas. Prefiero descubrir yo mismo lo que no imaginaba a la vuelta de una sucia esquina e improvisar ante el amable turista alguna mentira y pues toda mentira corre el albur de ser una verdad, confiar en que permanezca, más perenne que el bronce o el celofán.
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