El libro de reclamaciones es un depósito final e inaudible. A veces contiene también nuestro gesto supremo en alguna contienda menor y deleznable. O deleitable, pues de tales contiendas se construye la memoria de los afortunados, de los que viven su vida y otras historias en una tercera vía, con perdón, que no es la de la tragedia ni la de la comedia, que es más bien la del relato que oíste a tu padre, quien -como su nombre indica- es un superviviente. El relato que no importa pero que puede ser relatado y que dice: "esta minucia ha expulsado de la conversación otros asuntos más graves o más prestigiosos en apariencia. Se sigue que algo tendrá esta historia para sobrevivir y para alentar una leve sonrisa en los descosidos de la memoria".
En otras palabras, que de vez en cuando hay que montar la bronca a los camareros.
En otras palabras, que de vez en cuando hay que montar la bronca a los camareros.
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