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martes, julio 17, 2007

ADN en verso y ADN en prosa

Que casi cualquier cosa es un lenguaje es uno de los tópicos pandémicos de los últimos digamos que cincuenta años. Ahora bien, como buen lenguaje con su forma y su sustancia debería desplegarse en verso y, si no en verso, en prosa.
Lo curioso del asunto es que una definición abstracta de verso nos lleva a la repetición cíclica y constante de clases de fenómenos que pueden registrar una razonable variación. Ahora bien, que algo se reconozca como un lenguaje depende de un razonable número de regularidades que, a la escala adecuada, no se alejarían demasiado de la definición formal y abstracta de verso. La aprte abstracta se nos iguala con el todo abstracto.
Deducimos, en buena consecuencia, que una definición formal de verso propende hacia el vacío y que el verso nunca puede desligarse del verso concreto y material, lo que es bastante intuitivo, al menos si se considera que el verso se basa en lo más corpóreo o en lo más físico del lenguaje.
Si estamos ante una realidad ante la que la abstracción formal conduce a resultados inadmisibles, deberemos tener cuidado con cualquier analogía, pues éstas abstraen y es posible que una definición de lenguaje (la que un estructuralista de los tiempos del heroic couplet nos podía dar) que fuera borrando rasgos materiales se encontrase con que el definiendum se le había ido por el desagüe. Porque la abstracción es como una bañera, o como un colador.


De R.van Nistelrooijj, Memorias de un retórico calórico, Leiden, 1999.

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