Con una puntualidad que envidia el meridiano menos cuarto, cada vez que vemos en televisión unas imagenes de los años ochenta del siglo pasado (¿de cuál si no?), alguien llama la atención sobre las hombreras que convertían a las mujeres de esos años en remedos vestimentarios y paradójicamente inabordables de jugadores de fútbol americano.
El torso de las mujeres era un trapecio en equilibrio inestable que, hemos de suponer, cifraba alguna clave erótica que hemos perdido hasta nueva orden. Yo, por más que intento hacer memoria, no consigo diré que actualizar los qués y los porqués de la atracción eficaz de aquellos años. Debía de ser algo que no conseguimos separar del todo femenino, puesto que las hombreras sí las separamos y "no es esto, no es esto," evidentemente.
Probablemente, la atracción erótica goza de alguna suerte de supersumatividad, lo que corroboraría la existencia de objetos de deseo metonímicos (¡hay que ver cómo vamos hoy!) y fetiços varios. O que el erotismo es cosa de totalidades que no pueden analizarse ni diseccionarse. Just in other words, que "sección femenina" es una contradicción en los términos.
El torso de las mujeres era un trapecio en equilibrio inestable que, hemos de suponer, cifraba alguna clave erótica que hemos perdido hasta nueva orden. Yo, por más que intento hacer memoria, no consigo diré que actualizar los qués y los porqués de la atracción eficaz de aquellos años. Debía de ser algo que no conseguimos separar del todo femenino, puesto que las hombreras sí las separamos y "no es esto, no es esto," evidentemente.
Probablemente, la atracción erótica goza de alguna suerte de supersumatividad, lo que corroboraría la existencia de objetos de deseo metonímicos (¡hay que ver cómo vamos hoy!) y fetiços varios. O que el erotismo es cosa de totalidades que no pueden analizarse ni diseccionarse. Just in other words, que "sección femenina" es una contradicción en los términos.
1 comentario:
Muy galante.
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