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miércoles, julio 11, 2007

Fuegos fatuos

La química de los pantanos y de los asesinatos ocultos, la química de los rumores y de los paseos a la luna de verano o a la luna azul de alguna prórroga extraña. La vegetación con su atracción suave y deletérea. La fauna, que es palabra para designar las posibilidades más variadas de encuentros en la tercera fase.
Yo recuerdo también las noches de verano río arriba y río abajo, inspeccionando los reteles y las piedras. Años de cangrejos y de nutrias que podían ofrecer su numerito si uno era paciente. Al menos, mientras el numerito no se hiciera obsesivo y el cuerpo de la nutria una banda de Moebius en su teatro de variedades.
Esas noches y la teoría de la más favorable luna para el cangrejo y su gusto por el tocino rancio. El impenetrable río, sus arbustos trabados y el secarral a uno y otro lado, porque el verano no tiene memoria. Nosotros somos los que poblamos el secarral de higueras, de amenas sombras, de amenazas sombrías. Tal vez cumplidas.

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