La química de los pantanos y de los asesinatos ocultos, la química de los rumores y de los paseos a la luna de verano o a la luna azul de alguna prórroga extraña. La vegetación con su atracción suave y deletérea. La fauna, que es palabra para designar las posibilidades más variadas de encuentros en la tercera fase.
Yo recuerdo también las noches de verano río arriba y río abajo, inspeccionando los reteles y las piedras. Años de cangrejos y de nutrias que podían ofrecer su numerito si uno era paciente. Al menos, mientras el numerito no se hiciera obsesivo y el cuerpo de la nutria una banda de Moebius en su teatro de variedades.
Esas noches y la teoría de la más favorable luna para el cangrejo y su gusto por el tocino rancio. El impenetrable río, sus arbustos trabados y el secarral a uno y otro lado, porque el verano no tiene memoria. Nosotros somos los que poblamos el secarral de higueras, de amenas sombras, de amenazas sombrías. Tal vez cumplidas.
Yo recuerdo también las noches de verano río arriba y río abajo, inspeccionando los reteles y las piedras. Años de cangrejos y de nutrias que podían ofrecer su numerito si uno era paciente. Al menos, mientras el numerito no se hiciera obsesivo y el cuerpo de la nutria una banda de Moebius en su teatro de variedades.
Esas noches y la teoría de la más favorable luna para el cangrejo y su gusto por el tocino rancio. El impenetrable río, sus arbustos trabados y el secarral a uno y otro lado, porque el verano no tiene memoria. Nosotros somos los que poblamos el secarral de higueras, de amenas sombras, de amenazas sombrías. Tal vez cumplidas.
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