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miércoles, abril 25, 2007

Jornadas día cuatro

Llego tarde a interrumpir a Vanesa y Ángel María. Interrumpo a Rafael y su ángelus metapoético. Dos estilos, clásico desde el fondo de la pista y belmonteño, como el que no quiere la cosa, cargando la ironía como una suerte que nos suaviza tragos agridulces o que pertenece al repertorio sancionado del arte.
Se ha temperado la tarde y, por eso, agrada que la poesía parezca referirse a viajes de verano, a coches sin aire acondicionado y a alguna deambulación crespuscular, nocturna y tenuemente polvorienta.
La salida tiene un aire de vaguísima promesa y anuncio de larga reunión a la que renunciamos. Pepe y Pedro se despiden tras una breve investigación histórica a propósito de una saga local de vinateros. La juventud se prodiga en un dulce abril de medianeras. (En las que nos fijamos cuando, más o menos, estamos mirando al cielo.)

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