El patinillo a última hora de la tarde. La temperatura sabia que se ha alejado de los rigores previos para hacernos mirar al cielo desde ese cercado entre medianeras, el polígono del cielo entre las casas. El cielo, azzurro ma non troppo. No hay aeroplano sobre los tejados, Recajo está lejos. Ni nubes en nuestra perspectiva.
Ya saben: este verano de plenitud que nos invade como la máquina de los discos, como la llanura por el bochorno anegada, o más bien como todos los ecos reunidos. Porque siguen volviendo las anguilas hacia ti: “di ramo in ramo” para los lectores de la poesía turolense, “e poi / di capello in capello,” para no hará falta decir quiénes. Sake amargo. Cantare nel buio por volver a lo de Capello.
Añadamos que los diálogos tienen el ritmo de las abejas o el de los abejorros. De corrillo en corrillo, hasta que el aire se torna incandescente. El día cero es un día de promesas que a todo el mundo traen al fresco.
Ya saben: este verano de plenitud que nos invade como la máquina de los discos, como la llanura por el bochorno anegada, o más bien como todos los ecos reunidos. Porque siguen volviendo las anguilas hacia ti: “di ramo in ramo” para los lectores de la poesía turolense, “e poi / di capello in capello,” para no hará falta decir quiénes. Sake amargo. Cantare nel buio por volver a lo de Capello.
Añadamos que los diálogos tienen el ritmo de las abejas o el de los abejorros. De corrillo en corrillo, hasta que el aire se torna incandescente. El día cero es un día de promesas que a todo el mundo traen al fresco.
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