En alguna superficie eventual contempla el ciclo indefinido de algunas historias inconexas. Como la ciudad, o sus luces, en el sucio charco, tras esa primera lluvia que despierta el polvo y la grasa (ajo, algún zafiro) de los días anteriores. Ninguna historia nos satisface sino por un espejismo de detención. Se trata de que esa historia sea todas las historias posibles, de que un mecanismo concreto ocupe su lugar en el más amplio dispositivo lógico a nuestra disposición. Para un panóptico de todas las posibilidades que se nos pasarían por la cabeza si nos pusiéramos a ello.
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