Se encontró con sus recuerdos un día como cualquier otro. Aún le quedaba la lejana memoria del eslogan que le llevó a vender: "enajene sus recuerdos sin convertirse en un enajenado". Nada especialmente grave, porque los recuerdos, algunos de ellos, nos pueden sobrar, pueden sernos menos útiles que el dinero o que algún dinero urgente. Incluso, algunos hubo que, por altruismo, cedieron sus incompartibles recuerdos a alguien que parecía andar más necesitado.
Lo que no habían previsto autoridades públicas, ni empresas, ni particulares era que los recuerdos adquirirían capacidad jurídica y recursos para emanciparse, para llevar su propia vida. Encontrarse con los antiguos recuerdos, ahora independientes, adultos, no era bueno porque, de hecho, somos parte de su propia memoria, y les podría interesar comprarnos.
Lo que no habían previsto autoridades públicas, ni empresas, ni particulares era que los recuerdos adquirirían capacidad jurídica y recursos para emanciparse, para llevar su propia vida. Encontrarse con los antiguos recuerdos, ahora independientes, adultos, no era bueno porque, de hecho, somos parte de su propia memoria, y les podría interesar comprarnos.
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