El piano y su propensión a reinar en el vértice de la sala, localizable por su misma presencia y a despecho de la geometría extrínseca del recinto. La armonía y su llamado siempre atendido a la metáfora de la verticalidad frente al eje horizontal de la melodía. Sin embargo, ambos ejes no son ortogonales salvo que la música admita todo, una tarea iniciada hace tiempo.
Si nos dejamos de teorías y volvemos al piano, sus pedales y sus martillos, a los profanos nos admira su voluntad de sistema, escala tras escala, semitono tras otro. No sigamos, porque pueden aparecer por aquí Paul McCartney y Stevie Wonder. Una cosa es que nos pongamos líricos y otra que acabemos tiernos. Inevitablemente.
Si nos dejamos de teorías y volvemos al piano, sus pedales y sus martillos, a los profanos nos admira su voluntad de sistema, escala tras escala, semitono tras otro. No sigamos, porque pueden aparecer por aquí Paul McCartney y Stevie Wonder. Una cosa es que nos pongamos líricos y otra que acabemos tiernos. Inevitablemente.
1 comentario:
de ahi que la presente abandone para siempre este blog, ni siquiera he sabido ponerme lirica
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