Los dirigentes del PP, ante la Ley de Memoria Histórica, que mañana se debate en el Congreso, preconizan el olvido afirmando que en la Guerra Civil hubo excesos en ambos bandos. Con ello, ocultan la raíz del drama: un golpe de Estado contra un gobierno legítimo. Pero siendo inadmisible ese argumento, que justifica y "comprende" la dictadura, lo es aún más cuando la ley se evalúa a la luz de la persistencia del régimen de Franco durante cuarenta años.
Pues lo que nos llamó la atención en nuestra lectura es que, para Rico, la inadmisibilidad del argumento formulado se incrementa porque el franquismo duró lo que duró. Y es sensato que así lo considere por lo que hace al argumento, a su “legitimidad formal”, que no nos importa aquí y que -en cualquier caso- se escuda en una retórica oportunista y curiosamente irenista. Lo que sí nos importa es posiblemente la clave de todo este asunto y tal clave y lo que queremos destacar es que el régimen franquista no fue un régimen pasajero. En otros términos, un argumento no es una serie de enunciados en el vacío: si hay quien utiliza el argumento que Rico menciona, será por la misma pervivencia del régimen franquista y tanto por su acomodo a la sociedad española como por la impregnación que dejó en la misma.
Y no nos referimos a lo que haya dejado en las ideas y en los hechos de -sobre todo- unos, sino al hecho mismo de que un régimen como el franquista fue indudablemente exitoso, por así decir, para él mismo, porque se mantuvo durante muchos años y, también por así decir, sólo acabó como acabó.
Es voluntarismo negarlo y podría igualmente decirse que lo olvidado -como lo reprimido- acaba por regresar y salir a la superficie, lo que para bastantes señalará la debilidad del argumento popular, su debilidad, otra vez ¡ay!, formal.
Así pues, una cosa es que una ley sea un instrumento -y muchos dudan de la eficacia y la necesidad de éste- y otra que el sujeto que haya de usar ese instrumento sea el que suponemos que es tras nunca haber supuestamente sido otra cosa. En cualquier caso, lo más probable es que la ley, este instrumento sin mano que lo maneje tras la engorrosa forja legislativa, se transmute en una serie de engorros administrativos y en algún consuelo, y que la derecha olvide sus ardores, lo que nos revelaría que aquella impregnación y aquel acomodo se han diluido. Mientras tanto, esperemos que no se compare sesgadamente a la democracia coronada con los dos regímenes que la precedieron, y a los que ha mejorado. Al menos, hasta ahora.
1 comentario:
No esperaría yo tanto: ni que no se comparara (que creo yo que sí se compara) ni que la derecha olvide sus ardores. La derecha se caracteriza por eso: por sus ardores, guerreros, siempre.
Saludos.
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