Asistimos a menudo al encanecido espectáculo del falso escepticismo (como pretendido disfraz intelectual) de los paranormalistas y otros conspirativos. Se trata de birlar en la letra una tesis que al interlocutor y al público ganado para la causa no se le oculta en el espíritu. Para ello se pone en solfa a los adversarios y en cuestión a los siempre imperfectos y arduos saberes que no convienen. Así, en lugar de la afirmación de una tesis que es ridícula y dado que quien puede difundirla es también consciente de esa ridiculez, el traje que éste se reviste es el del escéptico pretendidamente elegante y aliñado con un punto (bien es cierto que anticuado) de misterio.
Pero todos estamos seguros de que están señalando algo bien concreto y no se nos escapa qué es. Ni por qué lo hace.
Pero todos estamos seguros de que están señalando algo bien concreto y no se nos escapa qué es. Ni por qué lo hace.
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