Publica Bernardo Sánchez Salas su El cine del vino (Fundación Dinastía Vivanco). Aventuremos que Bernardo Sánchez Salas suele escribir -entre otras cosas que también son sus escritos y como escriben todos- su propia autobiografía, de lector o de espectador. Al escribirla, ésta se hace y se rehace. Una vida bien leída es buen material y buena prensa para sacar el mejor partido de sí misma. Por otro lado, nuestras vidas son laberintos que a veces nos devuelven al mismo encuadre y siempre acaban en la misma casilla, que no es la de salida aunque pasemos por la cárcel.
El vino es sangre, concluye el autor. Es posible también que la sangre sea vino (1), con lo que obtendríamos un verdadero cinema de terroir, que es el terror del terruño transilvano y del ruritano equívoco.
Pero lejos de esas geografías y sus correspondientes cinematografías y líneas de ferrocarril, felicitémonos de la otoñal publicación de este, repito, El cine del vino, que éstos son días de tierra y granos de uva en el cielo del paladar.
Son días de vino y rosas bajo la lluvia púrpura, un color que siempre se traduce mal. Volvemos a Johnny Mercer y a Ernest Dowson. El título que puse arriba es también suyo, pero lo cierto es que no pensaba en el autor de Vitae Summa Brevis y sí en Margaret Mitchell y en Victor O. Selznick (¿o era Victoria?).
(1) P.S.: Vienesa o no vienesa. No le va a la zaga, recuérdese, Un vampiro para dos.
El vino es sangre, concluye el autor. Es posible también que la sangre sea vino (1), con lo que obtendríamos un verdadero cinema de terroir, que es el terror del terruño transilvano y del ruritano equívoco.
Pero lejos de esas geografías y sus correspondientes cinematografías y líneas de ferrocarril, felicitémonos de la otoñal publicación de este, repito, El cine del vino, que éstos son días de tierra y granos de uva en el cielo del paladar.
Son días de vino y rosas bajo la lluvia púrpura, un color que siempre se traduce mal. Volvemos a Johnny Mercer y a Ernest Dowson. El título que puse arriba es también suyo, pero lo cierto es que no pensaba en el autor de Vitae Summa Brevis y sí en Margaret Mitchell y en Victor O. Selznick (¿o era Victoria?).
(1) P.S.: Vienesa o no vienesa. No le va a la zaga, recuérdese, Un vampiro para dos.
1 comentario:
Nos cojemos el trozo del encuadre, las casillas y la cárcel. Porque... ¿qué podemos hacerle si, encima, nos da risa?
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