El perro es un compañero paradójico, como rectilíneas o parabólicas son -salvo la del estadio- las paradojas eléatas y las paradojas polacas. Un perro es un compañero si nos acompaña, pero ahora viene la paradoja: ¿Cómo podemos encontrar compañía en un animal al que no llamamos hombre y, en cambio, llamamos perro? –Nótese que el asunto no es otro que el de la contradictoria esencia de la compañía: No la queremos ininterrumpida y perenne, porque la compañía del compañero ha de ser cualquier cosa menos una presencia obligada.
Podemos concluir, entonces -y descolgándonos de nuestras primeras y supuestas precisiones-, que la buena compañía del perro procede de su otredad, como dicen o decían unos y otros. Por más que nos empeñemos, no somos un perro y podemos coincidir usted y yo en que, por más que lo intente, el perro no es un hombre. De ahí su valor: no hay miedo de que nos confundan, o de que nos confundamos nosotros, ya vayamos por el mundo como un perro. Además, a ése, al que iba por el mundo como un perro, el suyo, y eso que andaba mal de la vista, no lo confundió con el resto de los pretendientes.
Podemos concluir, entonces -y descolgándonos de nuestras primeras y supuestas precisiones-, que la buena compañía del perro procede de su otredad, como dicen o decían unos y otros. Por más que nos empeñemos, no somos un perro y podemos coincidir usted y yo en que, por más que lo intente, el perro no es un hombre. De ahí su valor: no hay miedo de que nos confundan, o de que nos confundamos nosotros, ya vayamos por el mundo como un perro. Además, a ése, al que iba por el mundo como un perro, el suyo, y eso que andaba mal de la vista, no lo confundió con el resto de los pretendientes.
3 comentarios:
eleatas, bonita palabra, pero sin acento
perdon, sin tilde
Joé, aquí no se puede tener un fallo.
A mi me gusta la última frase. Sólo :-)
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