La materia oscura brilla en la tipografía estival. Con todo, en un degradado informativo que la oscurece más allá de límites razonables, por no decir bariónicos. Puede sostenerse que toda materia científica sufre un serio proceso de oscurecimiento o degradación en la prensa o incluso en no poca de la llamada divulgación científica. Ello, pese a los esfuerzos de profesionales competentes que se afanan y entregan buenos e ilustrativos trabajos. Pero el éxito de la empresa lleva a la inclusión del mismo material informativo en otros lugares y a manos de otras personas cuya vocación es la entropía. La tarea, además, es singularmente complicada y los científicos suelen ser malos escritores o, lo que es peor, medianamente hábiles escritores convencidos de que fuera de su ciencia no hay, por no haber, ni materia oscura.
Conviene aclarar, no obstante y pues ibamus obscuri, que en el caso de la cosmología solemos habérnoslas con unos profesionales de la peor metafísica y del más llamativo artificio matemático. La cosmología, y basta recorrer Internet para percatarse, es un poderoso predador de todas las herramientas matemáticas que otros hayan podido imaginar y nosotros ignorar, un poderoso método para alejarse de cualquier sombra empírica y de cualquier candela racional.
Es posible también que la materia oscura viva entre nosotros, que seamos materia oscura y manos sucias: de tensores, espinores, categorías, queseyoes... Como diría el poeta, una materia de la que hay oscura noticia. Aunque así, con Dámaso Alonso, corremos el riesgo de ponernos metafísicos otra vez y ya es la hora de cenar.
Es posible también que la materia oscura viva entre nosotros, que seamos materia oscura y manos sucias: de tensores, espinores, categorías, queseyoes... Como diría el poeta, una materia de la que hay oscura noticia. Aunque así, con Dámaso Alonso, corremos el riesgo de ponernos metafísicos otra vez y ya es la hora de cenar.
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