Hacer morder un bocado demasiado grande no implica que quien lo muerde cargue con mayores pérdidas. O sí. Pero en ello se prueba que el de la guerra es arte por decir algo. No hay ciencia de la guerra. La guerra rebasa a todas y cada una de las ciencias, como las rebasa el cómputo exacto de los costes, de lo que se pone o quedó en el tablero.
Nótese que una argucia grande es la de hacer que las víctimas ajenas sean tantos propios y que lo sean igualmente las propias. No hay entonces mucho que decir, salvo adivinar imperceptibles gestos de decadencia, de vida muelle permeando los intersticios y los barbechos. Aunque nada es inminente y los augures están especializados en el error.
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