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miércoles, julio 29, 2009

Junio de 1981 y otros sucedidos (para una antología de lecturas de verano)

Juan Luis Rata, Los mejores años, Zaragoza, Ediciones Pelo de Conejo, 2009

Rata (Zaragoza, 1961) en este Los mejores años nos habla sin rubor (literario, se entiende) de su juventud y de la de algunos de sus coetáneos. Dos fragmentos de distinto carácter:

Ese mes de junio íbamos buscando la fresca de las viejas tabernas, mirábamos los toros en el televisor como si fuéramos viejos aficionados y también fue ese preciso mes cuando nos reencontramos con las piscinas y los lugares de nuestra infancia, pero en un tiempo recobrado en que las niñas eran ahora mujeres (no diría, desde luego, que eran muchachas en flor) y nosotros, supongo que unos patanes. Pero todo aquello pasó como pasa casi todo y seguimos con los paseos en verano a las cinco de la tarde, por huir de casa, en una adolescencia prolongada y cada vez más revenida.

Rosales vivía como si la vida fuera un inconveniente o una espera enojosa tal vez en una estación de ferrocarril, y no digo con esto que esperase una mejor tras la muerte, ni que en la estación enlazase como creerá y esperará enlazar un creyente en la metempsicosis que se esté aburriendo en una encarnación poco favorable. No, simplemente Rosales agigantaba las pequeños y aun las grandes pejigueras de que está bien pertrechada cualquier vida, y ésta no acababa siendo otra cosa que aquéllas.

Y es que Rata oscila entre la petulancia literaria y la petulancia filosófica. Y sin embargo… Y sin embargo, mecanografíemos otro pasaje:

Solíamos cruzar la Ciudad Universitaria, desierta, las luces de la noche humedecidas por la niebla porque, de acudir a nuestra cita por diferente camino, nos encontraríamos sin duda con alguno de los muchos bares que nos estaban esperando, como si un bar cualquiera fuera, en su miseria y en la de sus parroquianos, un epítome del mundo y sus delicias, una enciclopedia y una promesa de venturas innumerables.

Esperamos impacientes el título de Rata que el editor anuncia en la solapa: Lecheros por el barranco y otras andanzas verosímiles.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

definitivamente, la espera merecio la pena

marideliwes dijo...

Soy incorregible, todavía lo sigo buscando en google.

Nos tiene con el alma en vilo, por si se nos vuelve a desconectar. Que Dios no quiera, pordios.