Recuerdo de las excursiones de verano que los niños propendíamos a atajar de manera equivocada: pues los caminos de los adultos eran claramente una pérdida de tiempo, trazábamos nuestra curva irresoluta como la más inmaculada de las geodésicas de secano.
Y recuerdo que, a la vuelta, solíamos llevar el bañador en la cabeza, tocado que nos hacía correr más deprisa y conseguir cierto ímpetu extra en nuestras cargas contra un enemigo que raramente comparecía.
Hace unos días, a la vuelta del pantano, me puse el bañador mojado en la cabeza. Los razonamientos físicos y fisiológicos, si solicitados, sonaron a abierta excusa, pues era otra la fisiología y la termodinámica que contaba allí. Diagnostiquemos una actualización de la memoria, que sólo es negación, que sólo es un rechazo de los años que van pasando y que, si se produce, es por eso mismo, porque los años van pasando y nuestros caminos rectos no llevan a ninguna parte.
No hay comentarios:
Publicar un comentario