Tomamos al azar (bien determinado azar) una oración. En Google introduzco "Cataluña" y "estatuto". Tomaré el primer enlace. Tomaré la primera oración que no sea un título. El resultado es:
"En el proceso de recuperación de las libertades democráticas, el pueblo de Cataluña recobra sus instituciones de autogobierno"
Hiperbingo: Es el Estatuto del 79, el vigente. El arranque, en un tiempo verbal que me resulta indefinido, del Preámbulo. La indefinición no me parece cosa de la lengua pues leo: "En el procés de recuperació de les llibertats democràtiques, el poble de Catalunya recobra les seves institucions d'autogovern."
Debe de ser la performatividad profana de la prosa constitucional o el carácter nacional, puestos a formular hipótesis insensatas. No se dice, sin embargo, "en uso de su (...x...), Cataluña recobra ...".
Excluyo el llamado presente histórico pues soy incapaz de fijar el instante del acontecimiento. Lo admitiría en una película que fingiese eternamente que todo comienza in medias res: "...recobra...", etc. No sabemos qué fuerzas, por cierto, estarán reorganizándose to strike back.
Lo que sí sabemos, es que Cataluña vuelve a una situación anterior y así se me antoja negada precisamente la soberanía que pudiera tener propia o, más bien, delegada. No hace sino volver a lo que no puede dejar de ser. Leemos en el borrador del nuevo estatuto:
"La nación catalana ha venido construyéndose en el curso del tiempo..."
Ahora nos las vemos con la continuidad y la progresión tal vez interrumpidas por algún meteorito del espacio exterior, de los que comenzaron a caer allá por el 1714. Pero es lo que tiene ser histórico: siempre se vuelve. O se dice que se vuelve.
Lo que uno se pregunta es que si se pretende el regreso a instituciones medievales (no lo son ciertamente; técnicamente no lo pueden ser), se niega lo que se afirma acerca del carácter nacional de Cataluña y Arán (Escunhau incluido para deleite de Jesús Quintero) pues se va a buscar naciones a una época en que no las había. Ergo, la construcción nacional es mentira. Sigue siendo la vuelta al ser inmutable. La historia es una confabulación de la que siempre saldremos victoriosos hasta la próxima e inminente derrota: un niño solitario juega con un adversario siempre más poderoso, paternalista, cruel.
Y si nada es como dicen, ¿cómo sabemos de qué estamos, están, dialogando?
No bastará con nuestra alabanza del cinismo, de la Realpolitik: "Sabemos lo que hacéis, transigimos con ello, no nos deis la lata". Su discurso está escrito: Pues la misma miseria de nuestros intereses probará la grandeza de nuestros ideales. Las palabras sublimes servirán también para las cuchilladas que hemos de procurar a los nuestros ("mi primo Francesc y yo no podemos cobrar la misma comisión"). Las palabras sublimes, a las que tanto aman ahora los funcionarios de izquierda, las inconmensurables, absolutas, inobjetables banderas de la sublime libertad de las naciones oprimidas, tan solidarias, ya se sabe, con los "otros pueblos de España". 20:35
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