Qué magníficas criaturas verbales
engendró tueor, aquel estupendo verbo deponente de nuestro bachillerato,
ambiguo ya en los diccionarios escolares, más bien moderados cuando se trata de
administrar escándalos léxicos. Así, tal vez, desde su homólogo hastío al otro
lado del tabique, el profesor de lenguas sueñe con “tuer le tutorat” y sus
alumnos fantaseen con “tuer le tuteur”.
Yo, desde mi propio aburrimiento en la desierta sesión de
tutoría, tropiezo con un fragmento en que no queda claro si Eugen Fink y Martin
Heidegger conocían o desconocían el aikido. Es interesante porque se meten en
este jardín tras recordar Fink la distinción aristotélica entre movimiento
natural y movimiento violento y tras que Martin marease a Eugen con palabras
que contenían la misma raíz que el nombre de este:
Quam terribilis est, inquit, locus iste!
Fink: Lo que determina el fenómeno humano del gobernar es el momento de la
regulación violenta y previamente calculada. Éste se relaciona con el saber
calculador y la intervención violenta. El gobernar de Zeus es otra cosa. Cuando
él gobierna no calcula, sino que impera sin esfuerzo. En el terreno de los
dioses puede darse un gobernar sin violencia, mas no en el de los seres
humanos.
Heidegger: ¿Existe realmente una relación necesaria entre el gobernar y la
violencia?
Fink: El timonel de una nave es el conocedor. Él sabe qué hacer frente a las corrientes y los vientos. Debe saber utilizar el impulso de los
vientos y las corrientes de modo correcto. Mediante su gobierno libra
violentamente a la nave del juego de los vientos y las olas. En ese sentido
debe uno entonces ver y situar el momento de violencia en el fenómeno del
gobernar.
Heidegger: La cibernética actual ¿no es gobernada también ellamisma?
Fink: Si se piensa en la εἱμαρμένη [destino] o, incluso, en la suerte.
Heidegger: ¿Acaso este gobernar no está libre de violencia? Debemos tener
presentes los diversos fenómenos del gobernar. Gobernar puede ser, por una
parte, el mantener un rumbo con violencia, pero, por otra, también el gobierno
sin violencia de los dioses. Los dioses de los griegos no tienen, desde luego,
nada que ver con la religión. Los griegos nunca creyeron en sus dioses. Una «fe
de los helenos» —como quería Wilamowitz— no existe.
Qui cum videret quod eum superare non posset, tetigit acetabulum femoris eius,
et statim luxatum est acetabulum femoris Iacob, cum luctaretur cum illo.
Concluyo que ni siquiera la educación es violenta, porque
cómo va a haber un movimiento violento si lo hay natural. ¿Cómo se escapa un proyectil
de su trayectoria natural? Solo si la naturaleza no agota la realidad, parece. En
fin, una tutoría da para meterse con la Física del filósofo y razonar justo al
contrario de como él lo hacía.
En nuestros tiempos se dan al menos dos modos de entender
esto del movimiento natural. Al modo aristotélico, esto es, suponiendo que cada
cosa tiene su sitio, al que propende si una causa (no según la naturaleza) le
ha separado previamente del mismo. Así, el movimiento del dinero hacia los ricos
es natural. Hacia los pobres, no lo es.
El otro es el diferenciable: los movimientos naturales
tienen siempre tangente, incluso en el más catastrófico de los escenarios. Es
de sospechar, sin embargo, que ambos modos no aguanten el choque entre ellos,
Eso sí, la tutoría no me ha dado para averiguar cuál de los dos saldría
ganando.
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