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viernes, febrero 29, 2008

De la superstición y la ironía romántica

Varias formas de la superstición: Comprendemos los reveses que sufrimos en referencia a nuestras expectativas. En ocasiones, la predicción nos ahorra la desgracia. En otros, es su seguro heraldo. Los reveses imprevistos se entenderán destacados sobre el fondo de las predicciones realizadas al modo de un tropo inesperado. Ser supersticiosos nos hará propender al barroquismo de las palomas supersticiosas y barrocas.
Naturalmente, la predicción racional sólo se entiende como abstención o como una asignación favorable de probabilidades a, precisamente, los resultados de su cálculo: por otro lado, tal escenario no es el más frecuente en nuestras actuaciones. Más bien imaginamos o tememos consecuencias que nos llaman la atención por la incomodidad o dolor que producirían de darse y no por valoración de ese coste en conjunción con su probabilidad.
Se abre aquí la cuestión de cómo nuestras expectativas –como si fueran causas- se conjugan con los efectos. La probabilidad del efecto si lo esperamos (y, como decimos, lo esperamos por azar de nuestro temor y no tras cálculo reposado y espinoso) sería la probabilidad de haberse dado la expectativa si se ha producido el efecto por la de éste y partido por la de la expectativa. Como se puede razonar, la probabilidad de la expectativa para las almas temerosas puede ser más alta cuanto más grave sea la consecuencia. Con lo cuál si uno teme mucho, es posible que el gran denominador haga pequeña aquella probabilidad y que no sufra demasiados males precisamente por haberlos imaginado.
Es muy verosímil, sin embargo, que el alma débil alterne entre el temor por las contingentes desgracias y la esperanza irreflexiva de grandes bienes; con ello lo razonado se va al traste, porque el temeroso es el que piensa en todo y se equivoca mil veces por cada error.

jueves, febrero 28, 2008

Vaciado

Al edificio a medias derruido y expoliado le han quitado también el gran reloj. Queda un ojo vacío, o sea que no hay ojo y sólo queda la redonda cuenca y por extensión una huesa que nos recuerda fugacidades a más velocidad que la propia de ese reloj, que era –por cierto– fugaz como reloj que era de recreos y otros intermedios.
Si Borges anota en algún lugar de su geografía la complejidad del laberinto del presente y nos advierte de la callada pero segura sorpresa de que ya no repetiremos algún trayecto o algún encuentro de hoy mismo(1), la memoria –ese otro Borges– nos invita a estancias que son ya imposibles, para las que nuestra voluntad ya no vale y que dejaron un hueco que ahora ocupan otros objetos u otros afanes. Me vienen a la cabeza algunos establecimientos públicos y las casas de los abuelos. Quiero decir: porque me han venido a la cabeza, acometo un listado improbable de parajes y alcobas que son otros de los signos indispensables del paso del tiempo.
En cuanto a Borges, podríamos pensar que formula su aporía cotidiana sobre la analogía de los límites del pasado. Yo sospecho más bien que la analogía de Borges va de la épica a lo doméstico, de los imperios derrumbados a los límites invisibles que nos han vedado ya cosas tan modestas como un cajón o una carpeta. Aunque quizá la diferencia entre el pasado y nosotros sea justamente la que va de lo grande a lo pequeño, la que media entre el reloj inexorable y su desaparición, como si el tiempo estuviera también sujeto al paso del tiempo.

(1) Porque un todo lo suficientemente complejo nos reservará siempre la configuración que buscamos, pero también nos negará alguna que –de haber sido señalada– sería, lo sabemos, muy fácilmente accesible (Ramsey).

miércoles, febrero 27, 2008

Bajo la lluvia

Llega a casa mojado por la rara lluvia. Vuelve a salir. Llueve y sin paraguas: le parece mal el adminículo si la lluvia es una visita tan ocasional como últimamente parece, como si los demás viandantes le fueran a echar en cara su escudo, su desprecio.
(Es posible, empero, que la lluvia piense que no es bienvenida, pero podemos decir que la lluvia es la visita, no el visitante. Es también posible que a nuestro hombre simplemente le afecte la superstición según la cual el remedio impide la herida y tema que el paraguas detenga la lluvia, que las nubes se levanten, que chaparrón sea un diminutivo.)

martes, febrero 26, 2008

Apólogo

Cuando volvía a su sueño, lo hacía siempre no con la esperanza de que una noche dejaría de soñar. Más bien lo hacía con la de que, al menos, ese teatro inconstante (que decía el clásico) estaría regularmente jalonado por los intermedios de la vigilia.
No podía decir que volviera a su sueño voluntariamente, pero el planteamiento de este último asunto siempre le había parecido francamente impertinente. Su sueño, además, incluía variaciones bien conocidas como las de soñar que se sueña o soñar que el sueño era la vigilia y viceversa.
En sus sueños solía escribir y dejaba sus escritos a los habitantes de ese mundo de los sueños, en el que –por cierto- no adivinaba mayor coherencia que en el otro, pero esto era una protesta ociosa que se permitía para dar fe de su escepticismo hasta en la vigilia. Siempre que acababa un escrito se lo confiaba a un lector. Casi nunca volvía a ver a sus lectores, y si en un nuevo sueño y por azar se topaba con alguno y le preguntaba por su parecer, éste se hacía el despistado o el olvidadizo.
En la vigilia también escribía, pero procuraba no hablar de sus sueños ni adentrarse en mayores paradojas. Tenía miedo de mezclar las palabras y, por tanto, acabar mezclando las cosas. Con lo bien que estaba con su clara separación de sueño y vigilia, esos dos reinos que tan nítidamente separaba a la luz del Sol. O eso creía él.

lunes, febrero 25, 2008

Democracia

No ha comenzado el debate, el que no precisa de más precisiones. Los convencidos de uno y otro lado seguirán convencidos de lo que están convencidos. Los llamados indecisos harán mal en basar su decisión en un tartamudeo, una expresión desafortunada, una ligerísima salida de tono, o una retórica banal pero agradable o de torpe heroicidad. Pero la fórmula del debate no admite debate y no hay otras razones que las minucias. Lo cual, una de dos: o es un golpe de estado contra la democracia o la esencia verdadera de la democracia.

domingo, febrero 24, 2008

Peritos en almas

Cumplirán una bien conocida regularidad histórica y no pocos de los radicales de izquierda que se creen la punta de lanza de no sabemos qué revolución, los reyes de sus facultades -las que no deben mancillar los políticos se diría que de derechas, aunque no sólo por eso-, esos estudiantes, serán los intelectuales orgánicos de eso refugio último, del nido de águilas del leninismo, los think tanks de la derecha y su espejismo de estar tan por encima de la desorientada multitud.

sábado, febrero 23, 2008

Abducción

Trata el portátil con el cuidado y hasta la sacralidad debidos. No se agite antes de usar. Ni durante. En cambio, una vez en su bolsa, el portátil ha egresado del universo que, modestamente, habitamos. La bolsa, su asa y su bandolera y las fuerzas centrífugas. Sin cuidado. Keine Sorge. Los mimos y las prevenciones estarán más allá de la línea del horizonte.
Existen situaciones abductivas que nos separan de algún objeto. Que lo apantallan de los accidentes del mundo. Concomitantemente, adverbio que nunca había escrito a este lado del horizonte, devolver al portátil a este mundo supone vencer una resistencia, un umbral que nos sobrepasa.
En este caso: no es portátil. Es que desaparece. Transmolecularizado o algo así.

viernes, febrero 22, 2008

Inquietud

El establecimiento, junto a la Nacional I, ha separado completamente la carta de la barra de la carta del restaurante. Como se ha sentado en el restaurante y a la mesa la cubre un mantel blanco, recién puesto, se decide por lo que no le apetece.
Comer solo en según qué clase de restaurante es, como bien se sabe, un ejercicio no exento de cieras dificultades, pero él es capaz de llevar a feliz término su empresa. Eso piensa al menos hasta que se fija en otro comensal solitario, unas mesas más allá. Hay personas que no concemos, pero que responden a un arquetipo que hemos frecuentado. O que nos ha frecuentado a nosotros desde su reino de geometrías cristalinas: el cristal del pelo sucio, el cristal de la basura, los poliedros más frágiles y desdentados; pero esto es otra historia.
La mirada del otro se cruza con la suya varias veces. Sabe retirarla inmediatamente, pero no tarda en producirse otro encuentro. También sabe percibir los gestos, no por sutiles y educados menos visibles, de la incomodidad.
Por otro lado, imaginación y memoria no se han cansado -del primer postre al café- de elaborar hipótesis acerca de cuándo, dónde y cómo, si ése fue el caso, se pudo encontrar hace muchos años con el otro comensal, zurdo por cierto, y diría que algo más viejo que él mismo, un comensal que también se ha decidido por la oferta del restaurante, pese a viajar solo y algo desaliñado.
Al ir a pagar, hace una señal al camarero para que aligere porque ha visto que el otro se está apresurando también. Al poco, ve que alguien se le acerca con la cuenta y decide olvidarse de su compañero. Por eso, por evitar un encuentro o reencuentro, un reconocimiento súbito y quizá poco grato, cuando ha satisfecho la cuenta, se levanta y sale sin mirar a nadie.
Al mismo tiempo, exactamente, que aquel extraño que ha decidido olvidar.

jueves, febrero 21, 2008

Zen y cero

La acción es un espejismo peculiar cuando se habla de ella. Y lo es en el espejismo del futuro o en los laberintos del pasado. Si el cobarde muere mil veces es porque suma a su acción (o a su pasión) las otras mil de temerosos resultados y todas son muerte, probablemente más que la milésima.
Del mismo modo, es sabido que las historias de aventuras o de acción son otro teatro en el viento. Que en ellas no abunda la acción ni se da apenas eso que se llama aventura. Que el tiempo se va en el caminar animoso con que se sale de casa mientras se pregona la propia disposición o la ingenua esperanza.
Con lo que se deduce que la acción equivale a su falta, que no la percibimos, que la contabilizamos cuando no debemos, que la contamos como si hubiera sido y así deja de serlo. El séptimo, pereza.

miércoles, febrero 20, 2008

Menos da una piedra

Pescábamos justo en el límite del coto. Pescábamos carpas con cierta regularidad y había veces que no sabían a barro.
Una vez, en otro lugar (en otro río, claro) picó una trucha cuya cola estaba dentro de una culebra de agua. Esta segunda pieza la devolvimos al río obligándole a un triple, en su caso dicen que verdadero, mortal: Instinto constante casi a las puertas de la muerte.
Comer, además, parece razonablemente transitivo. No recuerdo si era mosca, cucharilla o qué era lo que comía la trucha, la cual, por cierto, no daba la talla. Como se ve, creo recordar casi todo lo demás.
La creencia en el propio recuerdo es lo que engaña al pez, cuya memoria es tan escasa, según nos cuentan. Saber que hemos olvidado es confiar en la pertinencia de la pregunta que alguien nos hace. El pez no atiende a requerimientos de ese estilo. Por eso, la carpa no recuerda que vive en aguas tranquilas y la trucha olvida que sus aguas son frías. Y eso equivale a pensar que todo el río es orégano. ¿O estoy olvidando el lugar común?

martes, febrero 19, 2008

La imagen social de la ciencia y sus dorados reflejos

Es un espectáculo lamentable en nuestro país ver como la actividad científica busca justificarse en público con tesis de tres tipos:
Tipo A: Este descubrimiento sirve para curar el cáncer.
Tipo B: La ciencia es también cultura.
Tipo C: La ciencia puede inspirar (aportar ideas, materiales, etc.) al arte.
En cuanto a la primera, es propia de la concepción según la cual los beneficios más tangibles de la investigación (tangibilidad que es muchas veces cuestión de publicidad o de azar comunicativo) se producirían sin el concurso de muchos otros "descubrimientos", como si la actividad científica hallase su valor en unos polos singulares sin que lo demás fuese relevante o necesario, algo que cabría denominar como "resultadismo ingenuo".
En cuanto a la segunda y la tercera, observemos que ciencia –pese a todo– es abstracción metafísica de carácter menos monstruoso que cualquiera de las otras dos citadas. Y sin embargo, o por ello mismo, parece que, como una moneda de cambio milagrosa, como un talismán, legitiman a la primera. Cabría inferir de ello, que el arte, que la cultura –o el Arte, la Cultura– son, a los efectos, oro: que –el psicoanálisis enseña– no es otra cosa que mierda.

lunes, febrero 18, 2008

Electorados

Estando repartidos y fijados en su mayor parte, los partidos se afanan por los votantes que cabría llamar –en el sentido económico– marginales. Esto es doctrina admitida y no conviene insistir. Ni siquiera en los efectos colaterales de la situación, ni siquiera en los directos, ni siquiera vale la pena describir lo racional o no del comportamiento de los partidos en sus pugnas.
Podría ser más interesante investigar las causas, sobre todo la llamada fidelidad de los llamados votantes al partido de sus preferencias. Aquí habrá que escuchar con la atención debida a sociólogos, politólogos e historiadores. Ignoramos casi todo de la literatura al respecto, pero nos tememos que los electores fieles lo son sobre todo al partido que no votan. Por decirlo rápidamente, no es tanto una fidelidad en el amor como una en el odio. Lo que se probaría por la oscilación entre la opción de votar a un partido determinado y la abstención como la principal oscilación observada, al menos si no se comparan contiendas electorales de distinto género.
Es posible que todo esto carezca de mayor fundamento, pero la pintura de la situación no queda completa si no se recalca el escaso número de opciones accesible al votante, algo que en otros mercados no se produce. En nuestra ignorancia, suponemos que los economistas y los psicólogos habrán estudiado con atención qué hacen los individuos cuando se enfrentan a una elección entre dos opciones mutuamente incompatibles, que no difieren en su coste, y que se acompañan de la posibilidad de abstenerse. Sin embargo, es difícil establecer una analogía precisa con la situación que plantean unas elecciones políticas. Seguramente, éstas remueven los supuestos mismos de la psicoeconomía. Por ejemplo, las opciones se acompañan con una serie de ofertas anejas –en las que podemos confiar o no– que suelen ser de un carácter más concreto y específico que las líneas definitorias de los partidos. De hecho, cada votante debería efectuar cálculos complejísimos para saber qué es lo que le conviene más. Por otro lado, es notable que las adhesiones y rechazos se producen a las más diversas escalas: un votante es alguien siempre incluido en determinados círculos y redes que rara vez han sido elegidos por aquél.
De ello, pude seguirse que la conducta de los electores no es exactamente una cuestión derivada de los programas de los partidos ni de la experiencia de su ejecutoria ni de sus ofertas anejas. En cuanto a la racionalidad de la conducta de los partidos, que dábamos por supuesta, hay que relacionarla con círculos y con redes que se dibujan en ámbitos que no coinciden plenamente con aquéllos a los se aludía a propósito del votante.
Y lo que seguramente no es tan racional es la identificación de los depósitos de votos con grupos que se definen mediante un solo rasgo: ser mujer o ser homosexual, pongamos por caso. Salvo cuando se trata de hacer caer al contrario en una trampa.
Por último, sería cuestión de investigar la hipótesis según la cuál cuanto mayor fuera el valor del voto marginal, más barrocas y, en cierto modo, amorfas serían las ofertas anejas de los partidos, las que –a su vez– deberían mantener un equilibrio peligroso con sus ejes ideológicos y con sus principales motores de cohesión, etc. etc.

domingo, febrero 17, 2008

Cunctator

Vemos los campos despejados entre las lomas y los montes más lejanos. Imaginemos que dos ejércitos se dan cita aquí, con espacio para lidiar. Si un concierto es un combate, todo combate exige un concierto notabilísimo. Ninguno de los dos pensó que era mejor dejarlo para más tarde, que ése no era el momento conveniente. Vencieron la impaciencia o la necesidad de esos animales de muchas cabezas. O tal vez los generales no sabían cómo gobernar un ejército diluido entre bosques y roquedos, bajo el sol o bajo la ventisca, y la puntualidad en tamaña cita era sólo un miedo mayor.
Retrasar decisiones se considera también como vicio aunque aquí se hable de animales de sólo dos brazos y sólo una cabeza. Puede pensarse incluso que el destino inapelable de la movilización, la batalla y la muerte, puede facilitarnos analogías para toda nuestra vida. Obsérvese que es la batalla, decimos, la que define a los ejércitos. Dudamos, en cambio, que sean el triunfo o el fracaso los que permitan hablar de vida. Obsérvese también que “vida” es una de esas palabras cuyo significado se mueve de la neutralidad a la valoración positiva, y esas modulaciones son incompatibles en cada predicación. Quizá, toda biografía está destinada a no ser, de puro vacía e indiferente, que sea la casualidad improbable o precisamente el huir de las citas que se dan como inevitables, lo que hace que una vida lo sea.

Tomado de Pierre Valpierre, Esquisse d’une ontologie stupéfiante, grotesque et cavernaire, Briançon, Éditions Hexagone, 2007

sábado, febrero 16, 2008

Wilsoniana

Durante toda mi vida adulta y parte del extranjero he visto que la libertad política más estimada se cifra en palabras como autodeterminación o independencia aplicadas a sujetos mitológicos o que se toman del libro de folklore o de otros libros aún peores.
Lo que acaba por pasar no es lo inquietante; ni siquiera lo es dar sustancia política o tomar eso que llaman legitimidad de categorías ajenas e impertinentes. Lo peor es pensar que gracias a la liberación de las inauditas naciones habrá un día en que todos al levantar la vista … y todas esas tonterías.

viernes, febrero 15, 2008

Mándeme con un propio las instrucciones

La ideología es el algoritmo que se utiliza para interpretar un texto: éste le llega al lector, que entiende lo que puede y que es lector porque es poco más que ese algoritmo. Esto es trivial, pero ¿qué clase algoritmo será éste de la ideología? ¿Y hasta qué punto un texto es un vector confiable de operandos?
La analogía puede extenderse y ello nos situaría en pleno paradigma informacional. Sin mayores disquisiciones -y por la debida brevedad y por rebasar dicho paradigma- podemos decir que la ideología es también el algoritmo que hace actuar al individuo de una manera u otra según qué situaciones. Se adivinan los ecos de ciertas teorías sobre todo psicológicas en este asunto.
Sin embargo, si no podemos escaparnos del algoritmo de entender y del de obrar, si siempre tendremos uno, como podemos leer cualquier cosa y nos puede pasar cualquier cosa, ese mismo algoritmo universal se disuelve, porque no podremos describirlo, porque no será finito, porque será una ilusión, que las ilusiones sí que son complejas.


Tomado de Pierre Valpierre, Esquisse d’une ontologie stupéfiante, grotesque et cavernaire, Briançon, Éditions Hexagone, 2007

jueves, febrero 14, 2008

Darwin platónico

Los creacionistas vienen a ocupar un lugar que la misma aparición del darwinismo produce. Las ideas son, así, alimento de sus contrarias, subcontrarias y primas lejanas.
Tal cosa lleva a muchos a considerar que las ideas tapan otra cosa, otra cosa que se remite incluso a oposiciones de apariencia pueril como amigo/enemigo o par/impar. Más modesta, pero también más radicalmente, afirmaríamos que el ser de las ideas es precisamente el de un dibujo que se va haciendo más complejo e incluye necesariamente otras ideas. Si somos seres intencionales, la intención de las ideas es siempre otras ideas.

Tomado de Pierre Valpierre, Esquisse d’une ontologie stupéfiante, grotesque et cavernaire, Briançon, Éditions Hexagone, 2007

miércoles, febrero 13, 2008

Examen

Un examen se asemeja a una leva o a un reclutamiento, con el cabo o el sargento que se afanan en ordenar a los recién llegados o –en cierto modo– a los recién extraídos. Pues todo examen incluye una fase preliminar que podría denominarse “a formar”.
El examinador parte de la idea, probablemente correcta, de que la mayor distancia visual de uno a otro es congruente con alineaciones o tresbolillos muy regulares. Ello contribuye, sin dudarlo, a que el examen sea técnica didáctica de orden cerrado, que no del más relajado (y, como se sabe, no de menor atrición) orden abierto.
Una fase final y muy deficiente, en cambio, en esta ceremonia es la de “rompan filas”, pues es prácticamente imposible que los examinandos obedezcan la consigna, la instrucción un tanto sobreactuada, de “quiero veros desaparecer de ahí en un momento, que no haya formación, que no estéis”.

martes, febrero 12, 2008

Las costuras de los expedientes

De las guerras y de los genocidios queda huella administrativa que, de algún modo, se redime porque pasa a ser significativa a los ojos del lector. La banalidad del expediente se contrae y el documento mecanografiado pasa a ser hipóstasis precisa de actos irremediables.
A la inversa, la administración parecería procurar apariencias aceptables a cualquier página del catálogo de lo inhumano, lo que posee un valor psicológico notable para la tranquilidad o paripé de las conciencias.
En tiempos de paz o de tibieza, en los que no hay grandes resoluciones que tomar ni se nos pone a prueba, en que la obediencia debida nunca es de asesinos a asesinos declarados, y puesto que conviene ser aristótelicos en lo que se refiere a la teoría de la potencia y el acto, a la pulcritud administrativa debe acompañarle el recordatorio de que nunca será sustancia, y que puede afinarse hasta el virtuosismo incluso ante las más atroces empresas.

lunes, febrero 11, 2008

Don Juan

En la tapia de una fábrica, la que daba a un campo donde año a año se alternaba la alfalfa con algún otro cultivo, se leía un “Viva don Juan” tachado –sin mayores problemas se leía la proclama debajo y al lado de las tachaduras– y un amigo me dijo que era una pintada de los carlistas. Sería más o menos en 1969 y mi amigo se equivocaba de preferencia dinástica.
Lo que yo no comprendí entonces es que las tachaduras corrían a cargo de la policía o de algún funcionario municipal. Imaginé que el nocturno carlista –que se había ido además bien lejos para manifestar su preferencia-, después de delinear a brochazos su mensaje, lo había tachado. Eso era para mí la señal de que se trataba de un aviso valioso, para iniciados.
El funcionario emborronador, como he apuntado, no había conseguido otra cosa que subrayar el mensaje, aportarle un aura insuperable, y creo que eso abre otra línea explicativa para mi hipótesis de un único autor.
Por extrapolación, cabría considerar que todo mensaje mistérico u oculto se aprovecha de alguna censura inhábil o de un gesto mal interpretado; que lo que rodea todo prestigio no es algo muy distinto de, por ejemplo, una lista de la compra o un programa de fiestas.

domingo, febrero 10, 2008

Las solapas

El lector sabe que en otro tiempo los aventureros, distribuidos en diferentes gremios y pagados por diferentes compañías comerciales, recorrían el incompleto mundo con sus chaquetas con solapas.
La solapa era una evidente avanzada, si no del progreso, sí desde luego del casino del pueblo o incluso, si no hacemos acepción de los orígenes de la mayoría de nuestros héroes, del exclusivo club o de la parroquia.
La pérdida o desaparición de la solapa, sobre todo por encima de los cinco mil metros de altitud y de los 70 grado de latitud, es un abandono en el relativismo cultural y térmico, lo cual de por sí no es ni bueno ni malo, aunque sí presagia su desaparición también en aquellos clubes y en aquellas parroquias, incluso en aquellos casinos. Algo propio de un planeta de abandonados.

sábado, febrero 09, 2008

Denigratorio

Denigrar a los inmigrantes incluye por añadidura y por el mismo precio la adulación demagógica del nacional, de –al parecer- su competencia y honradez, extremos que no resisten el más leve contraste con la realidad.
Para conseguir los efectos buscados es también bastante conveniente la confusión categorial: la prescripción que afectaría al creyente o practicante de una religión se dirige a los extranjeros de tales o cuáles países, confusión interesada que, si al contrario se prueba verdadero acierto y no confusión, nos descubre muchas cosas sobre lo que es el estado, la religión y el individuo.
Lo más curioso del asunto es que las apelaciones sentimentales se parecen demasiado a algunas de las cosas que se conocen bajo el término de ‘memoria histórica’: no hay más que oír a Cañete y sus peculiares memorias de los buenos ratos en establecimientos hosteleros, de los no tan buenos en algunos servicios hospitalarios. O a Pizarro, para quien a los españoles los dedos nunca se nos hacen huéspedes.

viernes, febrero 08, 2008

La microtienda

Surgen, al amparo de residuos arquitectónicos ocupados en su día sobre todo por zapateros, pequeños comercios de heterogénea mercancía y oferentes de dispares e inusitados servicios. La ecología del mercado propicia florecimientos inesperados y tal vez efímeros, locales haikus con breves sinestesias en su inventario.
Son establecimientos verticales, cabinas de ascensor donde convergen quizá ilusiones o penitencias. Extrañas como la más extraña de las promesas, eficaces tal vez, porque no necesitan almacenar lo que venden en una trastienda a la que se le va poniendo cara de pasado imperfecto. Mientras, su rostro público alude a un tiempo alabado en las horas de ceniceros sucios, conversaciones extinguidas y otras tristezas un poco bobas.

jueves, febrero 07, 2008

Yo haría lo imposible o consecuencias de una errata

500,000.000 /((365 x 4) + 1) = 342.231, 39 (árboles por día, si se acepta la engañosa precisión)

...better not to behold...

Se levanta y deja el televisor encendido (la pared encendida como en una película famosa del siglo pasado. Por otro lado, los sensores de apagado automático no funcionan). El asunto es interesante porque esta vez uno de los dos nominados será expulsado sin escafandra. No tiene una idea muy clara de qué desperfectos sufrirá el pequeño satélite antropomórfico. Esto último le tiene mucho más intrigado que saber quién saldrá de la estación espacial. Así que, por una vez, desprecia la urgencia y la “rabiosa actualidad”: una actitud no del todo homologable en un mundo contento.

miércoles, febrero 06, 2008

Kuhn y sus agüeros

Las revoluciones científicas deben ser singulares y ser singular contradice a las muchas revoluciones, sobre todo a las revoluciones. Que no hayan florecido a orillas del río azul de la Big Science mil paradigmas. O un paradigma y su contrario.
Pero vivimos justamente en estos tiempos de plétora y su gran inflación. La única revolución es la destrucción y sus deshabitados olvidos.

Tomado de J. Pashtun, The Exhaustion of Scientific Revolutions, Guitarra University Press, Tulsa, 2006.

martes, febrero 05, 2008

Las manos sucias

La imaginación vestida y la memoria desnuda: O mejor, la memoria mueve y la imaginación desnuda. Son dos variedades de la ficción que se distinguen según la cercanía y el gremio del referente (o del objeto, que también puede decirse).
Por lo que se respecta a las facultades humanas -Aristóteles decía esto de la inteligencia-, seguramente tenemos imaginación y memoria porque tenemos manos y algún juguete.

Encuentros

Establecer una lista de convecinos que hemos encontrado (por casualidad, se entiende) en nuestros viajes, en particular al extranjero. Elaborar cuidadosamente la lista de lugares y confundir las horas del día. Una segunda lista para el extranjero: la de quienes en un comercio o en un tren nos han sorprendido hablando en nuestro idioma.
Después, la lista de todos los que no hemos encontrado porque nunca estuvieron allí (alibi-ados, que se dice), pero que debiéramos haber encontrado. Pensar en los personajes famosos a los que nos hemos cruzado en lugares públicos. No vale, claro, un actor famoso en el teatro, un escritor en la presentación de su libro... Despreciar esta lista.
Por último, la mejor de las listas, que es imposible y es la de los encuentros fallidos y apenas detectables. Las trayectorias que no fueron tangentes por poco, aquéllas con la que ofrecimos un bonito argumento para un narrador omnisciente, o eso se cree él.

lunes, febrero 04, 2008

A quién se le cuentan las cosas

El poder, es sabido, lo es porque dispone y maneja más y mejor información. ¿Hasta qué punto esto es así o no es también el caso que el poderoso (o el que dispone de buena información y sabe manejarla) atrae más y mejor información y no sólo porque sabe atraerla –porque organizar un buen servicio de información es una tarea indispensable–, sino porque simplemente así son las cosas ?
En otras palabras, ¿tendemos a facilitar al que percibimos como poderoso más y mejor información? ¿Es ésta una estrategia racional del subordinado? –Éste da y arriesga lo que piensa que es menos que lo que piensa que puede ganar. ¿Es un rasgo innato de valor adaptativo?
Volviendo ahora al comienzo, ¿será el poder una asimetría que crece sobre la base de una primera estimación de la asimetría? Un partícipe decide aportar una información al otro porque de esa manera intenta conseguir, por ejemplo, otra información u otras ventajas: por ejemplo que, temiendo la muerte y dispuesto a ser esclavo, lograr que el otro no lo mate
Sin embargo, en política nunca hay partidas sin comenzar a jugar y todos entramos con algunos dados ya echados. Por eso, seguramente, no tiene sentido hablar de conductas racionales ni de individuos cuando es muy difícil cambiar de papel, esto es, lo que uno sabe hacer.

domingo, febrero 03, 2008

Aporía del puente

O comprar río o vender puente, sonríen vizcaínos en este invierno seco cuando el camino cruza el cauce. La réplica apela a una circunstancia acaso paradójica, pero exacta: el puente ha de corresponder al camino y no podemos disminuir la escala. Es hasta más caro.
En cuanto a comprar río, lo cierto es que la compra de los ríos los convierte en una sucesión de lagos, o en un río mayor sólo cuando se desembalsa, o en un sueño por donde fluyen las representaciones de Heráclito en su teatrillo de vientos y de sombras. Para decirlo poéticamente, que los ríos se convierten en pasillos de agua, como un helado flujo, la urna desmemoriada de un bañista (dos versos de Gabriel Unceta, por cierto).

sábado, febrero 02, 2008

Paseo por la nieve

Sigo huellas de otros, que imagino verticales sobre la breve pisada, verticales más allá sobre la siguiente, aún más breve. Algunos de estos fantasmas simpáticos que me han precedido van y han vuelto. De otros, a esta hora de la tarde, cabe preguntarse dónde se habrán metido para cuando la noche haya helado los dibujos de las suelas. Conviven el corzo y la extraña fauna de la motocicleta: nada es perfecto. Cuando regresamos sobre nuestras huellas, cuesta abajo, aceleramos y asustamos a otro corzo. Está lustroso, pero nos parece lento: la rara euforia del frío y el ejercicio físico.

viernes, febrero 01, 2008

De lites

J.M., colaborador ocasional de un periódico de provincias, estuvo a punto de conocer cuán fastidiosa y barroca puede ser la realidad. Resulta que hace un par de años, en una columna que agonizaba por ser graciosa, escribía a propósito de un personaje famoso, que sus títulos académicos, de los que éste presumía y aún presume –y pese a estos esfuerzos de J.M.– con énfasis de opositor tronado, “eran más falsos que los libros de un XXX”, donde el "XXX" que escribimos nosotros hace referencia a una franquicia de establecimientos de hostelería caracterizados por una decoración recargada a base de cachivaches fabricados en cartón piedra y que pretenden evocar ante el torturado cliente un establecimiento británico abierto a todos los públicos, establecimiento que, a su vez, pretende remedar a los lugares más exclusivos que habitan las clase pudientes de ese país tan notable. Entre los cacharros –maletas, fonógrafos, cartelería decimonónica– destacan falsas estanterías con falsos lomos de falsos libros. El caso es que a ello se refería a todas luces el esforzado J.M., pero he aquí que un juez le llamó a declarar en una causa abierta en relación con una red de falsificación de facturas y contabilidades varias. Al parecer, un periodista había confundido el inocente artículo de J.M. o, más bien, al J.M. del inocente artículo con otro J.M. autor de un libro sobre delitos financieros y “contabilidades reflejadas en falsos libros”. La pequeña bola –que quizá había nacido con una búsqueda en Internet–engordó lo suficiente de dossier periodístico en dossier periodístico como para que una de las partes del asunto del que se trata hiciera notar al juez de lo pertinente de la colaboración del experto.
No tardó mucho el juez en comprender que el J.M. que tenía delante no era el que decía el abogado más bien embolicador que lo había reclamado y le mandó marchar sin mayores agradecimientos. Solucionado el equívoco, y desde su autoridad y su impaciencia, el juez pasó a negar al abogado el interés y la necesidad de la comparecencia de su verdadero J.M., pero esto es lo que los clásicos llamaban otra historia.
Como no podía ser menos, el J.M. falso –que es nuestro J.M. verdadero de esta verdadera historia– no pudo por menos que contar, y embellecida, esta aventura no sólo en una de sus colaboraciones sabatinas, sino en varias que crecían en fervor épico y heroísmo de semana en semana.
Y en eso estaba la cosa, hasta que nos hemos enterado de que J.M. ha vuelto a los juzgados: una comedia se repite siempre como farsa, lo cual es bien trágico. Nuestro hombre está peritando como J.M. verdadero y como verdadero experto en un caso de falsificaciones. Al parecer los libros falsos de XXX son copia no autorizada de los libros falsos de otra franquicia hostelera de más larga tradición. La propiedad intelectual –si podemos llamarla así– de los decorados es de esta última, que ha demandado por una buena cantidad a aquélla. Cabe la posibilidad de que, concluido el pleito, J.M. nos lo cuente con más pelos y señales de éstos que aquí adelanto, que se permita chistes acerca de si es posible abonar la cantidad que XXX puede verse condenada a pagar en billetes falsos o del Monopoly (le he leído lo suficiente como para saber que así lo dirá), y que se postule como perito delante de todos los tribunales de este mundo y sus teatros.
También es posible que alguno de los lomos con letras doradas oculte un volumen verdadero, con sus páginas impresas y numeradas y con una hoja seca tiñendo la página 231. En cuyo supuesto, el caso habría de pasar al ámbito penal, con todas las implicaciones y molestias subsiguientes.