Denigrar a los inmigrantes incluye por añadidura y por el mismo precio la adulación demagógica del nacional, de –al parecer- su competencia y honradez, extremos que no resisten el más leve contraste con la realidad.
Para conseguir los efectos buscados es también bastante conveniente la confusión categorial: la prescripción que afectaría al creyente o practicante de una religión se dirige a los extranjeros de tales o cuáles países, confusión interesada que, si al contrario se prueba verdadero acierto y no confusión, nos descubre muchas cosas sobre lo que es el estado, la religión y el individuo.
Lo más curioso del asunto es que las apelaciones sentimentales se parecen demasiado a algunas de las cosas que se conocen bajo el término de ‘memoria histórica’: no hay más que oír a Cañete y sus peculiares memorias de los buenos ratos en establecimientos hosteleros, de los no tan buenos en algunos servicios hospitalarios. O a Pizarro, para quien a los españoles los dedos nunca se nos hacen huéspedes.
Para conseguir los efectos buscados es también bastante conveniente la confusión categorial: la prescripción que afectaría al creyente o practicante de una religión se dirige a los extranjeros de tales o cuáles países, confusión interesada que, si al contrario se prueba verdadero acierto y no confusión, nos descubre muchas cosas sobre lo que es el estado, la religión y el individuo.
Lo más curioso del asunto es que las apelaciones sentimentales se parecen demasiado a algunas de las cosas que se conocen bajo el término de ‘memoria histórica’: no hay más que oír a Cañete y sus peculiares memorias de los buenos ratos en establecimientos hosteleros, de los no tan buenos en algunos servicios hospitalarios. O a Pizarro, para quien a los españoles los dedos nunca se nos hacen huéspedes.
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