Ha sido un mediodía de ceremonias insonoras como el cerumen y el vino en porrón, que no sisea ni acepta autopistas. Y como ha sido un mediodía de ceremonias, nos apresuramos a deshacernos de la reunión, no vaya a ser que acabemos en los melismas de la borrachera fría y versiculante.
Recordaremos que la luz del sol ha impedido que los efectos del vino vayan más allá de los límites municipalmente aceptados. La luz hace que los borrachos bailen como espejismos que, de pronto, desaparecen. Sin chisporroteo ni nada. Como pompas de jabón y de saliva. Hacia una sobremesa trabada como suelen serlo los calendarios. Post gaudia luctus. ¿O era lutum?