Los llamábamos así, pero ciertamente eran una práctica muy diluida que hace tiempo había dejado de hacer honor a ese nombre. No faltó pues, entre las autoridades, quien promoviese el denominar a aquellas tardes amenizadas por las penas del infierno como 'charlas cuaresmales'.
Confieso -aunque tal cosa era culminación de la que solíamos escaquearnos porque nadie nos obligaba- que he dudado en el género del primer pronombre más arriba. ¿Debería concordar con los ejercicios, con las tardes o con las charlas? De hecho, he dudado también con el número, por ahí estaba práctica en su pragmático singular. Como se ve, algunos elementos gramaticales ejercen una cierta capacidad de arrastre que obtiene variados éxitos incluso cuando se trata de digamos técnicamente dependencias de gran alcance.
Lo que importa no es el contenido probablemente, ni el poder. Sospecho que quienes promueven estas fáciles reuniones e imparten las sutiles doctrinas del día solo quieren retrasar ese otro en que solo vociferarán o susurrarán por inercia, espectros de sí mismos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario