Y si somos flojos en los sueños de los otros.
Y si morimos en el sueño de nuestro padre,
o cometemos una vileza irredimible,
que le amarga el día al despertar.
Y si nuestra habitación arde
en el astuto sueño de algún otro
y éste ha dejado los fósforos en la mesilla
junto al despertador que le convoca.
Y si el pirómano altivo confiesa
en el sueño objetivo de un tercero
que es ahora juez y extiende su dictamen,
y nos lo muestra con símbolos inefables
en nuestro sueño alucinado y olvidable.