Al parecer, a quienes sólo son adictos potenciales las sustancias estupefacientes les son proporcionadas a precios bajísimos o regaladas, al tiempo que el vendedor canta las maravillas de su producto y lo extraordinaria que es la vida de sus consumidores.
Más tarde –dice el relato sobre este mercado–, una vez cautivos los clientes en su adicción, se suben los precios, se aparenta o se subraya la escasez de la mercancía, y se ponen en marcha todos los mecanismos oportunos para incrementar el beneficio o para compensar las dificultades que el camello detallista pueda tener con sus proveedores o con los que ponen trabas a su libre comercio.
La ventaja de relatos como éste es que su verdad es independiente de la mercancía: sucede también con esa droga que se llama tiempo, que ésa es la mercancía que venden los banqueros.
Más tarde –dice el relato sobre este mercado–, una vez cautivos los clientes en su adicción, se suben los precios, se aparenta o se subraya la escasez de la mercancía, y se ponen en marcha todos los mecanismos oportunos para incrementar el beneficio o para compensar las dificultades que el camello detallista pueda tener con sus proveedores o con los que ponen trabas a su libre comercio.
La ventaja de relatos como éste es que su verdad es independiente de la mercancía: sucede también con esa droga que se llama tiempo, que ésa es la mercancía que venden los banqueros.
3 comentarios:
Pedro, buen amigo,
un abrazo desde el centro éste que también fuera el tuyo en alguna zona espaciotemporal (lugar: sala de expulsados; ¡cómo suena, ¿verdad? Pues, sí, desde ahí).
Javi
Y yo perdiéndolo...
Venga, que ya llega verano. ¿Escribirás este año?. Vuelvo a leer tus entradas y son bien inmortales :-)
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